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En las gotas secas del vodka, halló el verdadero significante del color de su alma. Transparente como un vidrio e incorpórea como la nada.
Aquella que todo lo ve y todo lo escucha, madre de la discordia y prima lejana de la confianza, puso a tejer mentiras a todas sus muchachas. Gritaba y saltaba, eufórica como un té verde, aunque acaecían muchas penas de mundo en lo profundo de su ser. Ellas daban curso a oleadas de irreconocibles lamentos.
La abrumadora neblina duplicaba su sombra con figura y silueta, delgadas y rectas. Perseguía un sueño, un amor. Disfrutaba de cada manifestación invisible de paz. Un detallista y peculiar modo de dudar, la hacía pecar de escéptica e infructífera dama nocturna. Compañía banal de muchos, amante invulnerable de pocos.
En el humo de un Virginia, encontró un par de respuestas. Era tan metódica aquella duda, tan clásico el insomnio que la atareaba con más y más preguntas cada noche solitaria. El fuego en la braza ya no brilla y las lágrimas de su rostro ya no secan. El pasado la persigue, la memoria no la deja vivir. Es un comportamiento adictivo, necesita ingresar farmacológicamente a él para revolver y batir.
Tres cucharadas de azúcar después, logró volver en sí. Cuando todo terminó de girar, fue consciente de que en realidad, ella giraba al rededor de todos. Sin menor desprecio, atinó a tirarse sobre el sillón y prender otro cigarro, de esos importados que tienen un gustito a nostalgia de la época dorada. Recordó vehementemente tantas noches y días donde su encanto la dejaba reír sin pena ni culpa; qué tan diferentes eran las cosas antes del golpe de gracia: insolencia, placer y caprichos; superfluo, pero feliz al fin.
Nuevamente duda, al retirar el pequeño saquito de la taza de porcelana horneada. ¿Habrá sido un sueño? Se siente cálido pero vacío, amable pero frívolo. Regresando a lo cercano, cruzó una inconfundible sonrisa, cerró los ojos y bebió el primer trago. Extendió temporalmente su flash memorial lo más que pudo, sólo para sentirlo suyo una vez más.
Tantas cosas habían cambiando desde aquél golpe de gracia. A la suerte la determina el azar, con defectos e impurezas, es nativa de éste mundo y símbolo inequívoco de la imperfección en un sistema comunista. La divina, es aquella que rebota en nuestro planeta con la caída de un ser celeste hacia el plano subterráneo de Hades; es aquella que golpea a la gente, y la cambia al cabo de unos instantes.
Casi por acto reflejo, en ese momento llegó a comprender su destino; escrito y previsible para nadie que se hiciese llamar normal. No fue en vano lo superfluo para conocer la tierna sonrisa de su ángel perfecto mientras caía y caía en la caldera del pecado. Sólo en ése segundo fue suyo por completo, sólo en ése momento él pudo decidir que ella fuera suya para siempre.
“Sólo dos locos enamorados, viven tantos odios y distancias.”
“Sólo son un par de idiotas que no saben leer lo que les acontecerá.”
Sólo un par de amantes que ya nunca más espiritualmente, ni Dios ni Diablo respectivamente, pudieron ni podrán separar.
